Relatos de confinamiento

Relatos de confinamiento




Diario de Cuarentena




15 de Marzo de 2020


Hoy llueve, no tronó, no hubo una gran tormenta. Las gotas repican en el charco, enfrente del balcón, la cortina de agua que baja parece un enjambre de peces. El olor a pino, a mojado, a verde, me recuerda a Ransol, pueblo Andorrano donde pasé parte de mi infancia. Me recuerda a mi papá agarrándome de la mano, enseñándome porqué las piñas quedaban huecas en el suelo, que animales las comían.
Domingo, ¿Qué importa que día sea?
Me gusta desaparecer en este lapso de semanas, no contar.
Escucho la canción de Caetano Veloso y Gilberto Gil, Disse Alguém, e imagino a mamá tumbada en el la cama leyendo su libro preferido y yo con ojos gigantes, negros y brillantes queriendo permanecer a su lado.
Los colores han desaparecido dentro de este gris, echo de menos el sol, el aire que lleva, más caliente, más suave.
No paro de preguntarme, yo que me he quedado completamente sola, que será de los afectos, si esto dura mucho, ¿Cómo podré sobrevivir sin abrazos, sin el roce de las miradas?
¿Mi piel se volverá áspera y seca?
Imagino rostros, cuerpos.
Mi epidermis se verá fracturada, quizás empiece a conocer mejor a algún que otro vecino, quizás descubra cosas nuevas dentro de estas paredes, quizás el jazmín de chiles que dejaste en mi casa, brote por todos los rincones ausentes de las paredes y no necesite ya más que mis manos, más que mis pies, más que mis gestos para sentirme amada.


18 de marzo de 2020


Hoy arreglé las plantas de mi terraza, me fijé en todos los detalles, en como el viento distraído movía algunas hojas, en como esa nube hacía sombras aquí y allá, en cómo las abejas que venían sedientas, descubrían un nuevo fruto, y pasaban de una flor a otra, saltarinas y juguetonas
¿Se habrán enamorado de ellas? Yo me habría enamorado también.
Veo el cactus abuelita, relleno de pelo blanco, floreció y sus espinas puntiagudas se convirtieron en dulces dedales de frambuesa.
He sacado del congelador un helado de vainilla, me he tumbado y he atisbado en el fondo de la tierra de mis macetas, una pequeña araña, iniciando su ritual de formas geométricas, fijando su tela. Yo reposaría encima, me dejaría mecer .


20 de marzo de 2020.


Desde mi terraza veo el fuego. Esta mañana me despertó un olor a humo, infiltrándose por debajo de mis sabanas amarillas. Amaneció con nubes, una extraña quietud tiñe el aire, un rumor oceánico se escucha desde la ventana.
Hoy pensé, queda poco para mi cumpleaños, pensé, queda poco y no quise pensar más.
Esta mañana utilizo el sonido de los pájaros para no sentirme cautiva, cruzo sus deseos antiguos, ausentes, invocados y puedo ver un poquito más los míos.
Me siento unos instantes a respirar, descalza, desarmada, presiento mi corazón como un fósforo en un espeso bosque, siento que la expresión de la vida se muestra hoy como un símbolo de belleza, pero desde este encierro hay alguna cosa incendiaria.
Tiemblo, mi piel es una visión de búsquedas incesantes, un epicentro volcánico ardiente, una luz ilustrando lo femenino, talismán de fertilidad.
La cafetera se desborda y mi gato me mira queriéndome explicar algo que no puedo entender, como cada día devoro el rastro de universo en sus ojos.
Alguna planta en mi balcón empieza a florecer, el territorio de la primavera empieza a invadirlo todo, exhalo, me estiro en mi almohada recogiendo fragmentos de futuro.


23 de marzo de 2020


Mi cumpleaños ya pasó. Me siento aislada, no solamente por el confinamiento, también por esta lejanía que habita en mí, por este lugar inhóspito de isla que me rodea. El mar y el bosque parecen ser una frontera que no deja traspasar humanidad. Y no hablo de ahora, hablo de hace tiempo. Este encierro me persigue desde hace dos años y medio, dos inviernos de soledad, dos veranos de bullicio en las calles. Así son los lugares de temporada. Así he querido y he aceptado que sean estos últimos tiempos, me he llenado de aquello que no es palpable, solo perceptible en las entrañas.
Lo único realmente tedioso es saber que ahora, que llega la primavera, que todo renace, que todo brota, que todo vive, yo no puedo con mis cinco sentidos abrazar a este conjunto y pesa tanto en mi mirada, que se cansa de tanto absorber este líquido de fertilidad.
Hay preguntas que me obsesionan estos días:
¿Será este verano un invierno permanente?
El año del frío, lo llamaré.
¿Podré salir a buscar caléndulas y hacer con ellas mis aceites?
Quizás ya hayan muerto para cuando pueda tocarlas.
¿Y las perdices rojas, que será de ellas?
He pensado que serán más felices este año.
¿Y el amor, cuando vendrá el amor?
¿Llegaré a esa cueva nadando, con los turquesas del mar?
Ni siquiera sé si podré pedirle a Tanit, la diosa de esta isla, que nos proteja.


25 de marzo de 2020


Las sombras de mi casa se reflejan en un tenue sonido.
Inexistente al tiempo.
Una gaviota se pasea gritándole al viento algo que no logro entender y un ratón diminuto se escabulle corriendo al escuchar su sonido.
Mi gato ya regresó de su aventura, lo ví corriendo silvestre, indomable.
Le gusta poner el hocico en nidos de hormigas, éstas le pican el morro y sale despedido dando saltos para quitárselas de encima, como un cohete echando humo.
¿ Se pueden recordar sensaciones tan animales? Me mimetizo en sus instintos, desde el sofá, quieta, paralizada.
Ya volvió, Sayan está tumbado a mi lado, tiembla soñando, parece tener una pesadilla, quizá imagina que lo persigue una Gineta. ¿Qué sueñan los gatos?
Lo calmo con una caricia y recuerdo la mano de mi mamá acariciándome, aliviando mis miedos.
Solo soy una observadora y miro de reojo este encierro.
Me sumo al desvanecimiento de los cuerpos y a la fuerza de las mentes solitarias.
Antes no me gustaba la soledad, pero es verdad que con el paso del tiempo cada vez me siento más atraída, voluble al mar, como las olas que forman dimensiones y paisajes nuevos en cada mirar, la soledad llega, te llena y se va, llega, te llena y se va.
Hoy, que casi llegamos a final de mes, siento que nuevas estructuras, con nuevos colores dibujan mi silueta en este piso llamado hogar.
¿Es así como nos acostumbramos a todo?

1 de Abril de 2020

Hèléne Cixous, són las doce y media y es de noche, el insomnio acecha de vuelta, fantasmagórico, penetrante. Leí en la página sesenta y cinco de su libro, la llegada a la escritura, un fragmento que me emocionó, yo nunca subrayo los libros, pero he tenido que coger un lápiz y lentamente trazar una línea recta para integrar palabra a palabra y percibir en él un signo, una señal de algo que había olvidado.
Nada se ha perdido, todo está para buscarlo. Anda, vuela, nada, salta , corre ,cruza, ama lo desconocido, ama lo incierto, ámalo que aún no fué visto, ama a nadie, que tú eres, que serás, déjate, libérate, de las viejas mentiras, atrevéte a lo que no te atreves, ahí es donde gozarás, haz siempre tu aquí de un allí”
Pensé después: tienes que volver a montar en un avión, cruzar el océano pacífico, sentir las turbulencias, engullir tormentas , despedazar rayos, escuchar atentamente los vientos zarandeando y ladeando a esa inmensa máquina.
Pensé también en dejarle una nota impresa al jardinero de mi escuela, el que cuida los vegetales, y decirle que hay algo, un afecto, una ternura, que remueve mi ser.
También, debería ir sola a esas clases de danza contemporánea, no importa si las alumnas están avanzadas, ¿Qué importan mis torpezas? Igual de niña era un poco patosa y un poco masculina, y aunque esa pequeña aún viva en mí, esos complejos y creencias no deben limitarme más.
Y quizás el año que viene debía aventurarme sola, hacer los voluntariados que siempre quise, no esperar dinero a cambio, no poseer un hogar, dejarme seducir por el vaivén humano.
Toda esta lista resuena en mi mente como un canto casi celestial, descifré lo que había guardado dentro del envoltorio de papel, me quite unas cuantas capas.
¿Y tú qué es lo que no te atreves a hacer, que guardas ahí dentro?


3 de Abril de 2020

Despierto esta mañana, el edredón de plumas no es ligero, noto un peso que se pega en mi cuerpo, pero siento que aún hay un hálito, una sensación muy sutil, que me da esperanzas.
Dejé de poner el despertador.
Tomo un té verde Japonés, sin miel, como unas tostadas con mantequilla y cacao. Me siento fuera en la mesa redonda, blanca y transparente.
Hoy apareció la propietaria, María, la vi con un envase de lejía gigantesco, fregando la escalera, las barandillas, cada rincón expuesto.
No me acostumbro a los guantes ni a las mascarillas.
¿Cómo una puede acostumbrarse a esto?.
Es viernes y tengo que salir a comprar verduras, y agua.
-Me decidí, solo comeré verduras y legumbres. No quiero harinas, azúcares, no quiero carne.
Me visto para ir a un sitio que ya no se como llamar, ¿desierto humano? ¿espacio de silencio?
No lo sé, pero me angustia salir de mi casa, me asusta la invisibilidad letal. Puerto de Sant Miquel, dónde vivo, esta desolado, la avenida principal da al mar, lo observo, ¿Cómo estará hoy? ¿Qué color tendrá? Me siento distraída e imagino que en un mes o dos, quizás tres podré navegarlo, atravesarlo, esto, de alguna manera, me tranquiliza.
Abro la puerta de mi coche, pequeño, amarillo y gruñón. El tacto de mis manos con guantes al sujetar el volante es distante.
Por la carretera, observo dos perdices rojas y sus polluelos que salen escopeteadas al escuchar el rugido de mi coche. Vuelven los cúcalos y los críalos y las lechuzas. Aparecen todo tipo de animales , se escuchan, se ven. Supongo que ya no tienen que esconderse en la frondosidad boscosa.
Voy a Can partit, unas líneas amarillas definen y delimitan los espacios entre un ser humano y otro, delimitan distancias. Hoy no hay mucha gente en este supermercado de pueblo, pero aún así trato de ir directa, escoger cuidadosamente los productos que necesito, no deambulo, no toco nada que no sea necesario.
Hago la cola, hay una persona delante de mi, no lleva mascarilla, pero si unos guantes lilas.
Pago, pongo las bolsas en mi coche.
Tiró los guantes a la basura que hay justo al lado de la salida del supermercado, después con el alcohol higiénico que compré esparzo una buena cantidad entre mis manos, las friego apresuradamente, incrusto el gel en mis uñas.
Cierro la puerta, miro alrededor, nadie.
Són casi las dos del mediodía, la temperatura es de veinte grados centígrados, hay poco viento y una húmedad del 60%.
Hoy cocinaré lentejas rojas con leche de coco, verduras y mucho jengibre.

4 de Abril de 2020

La cautividad parece un escenario de teatro, una interpretación de personajes.
Se que no soy la única persona que piensa esto, al despertar, restriego bien los ojos con mis dedos y me preguntó si esto no fue un sueño, me pellizco el brazo fuerte intentando averiguar a través del dolor que és lo siento, que és lo que respiro.
Pienso en la vulnerabilidad, ahora todes somos vulnerables. Todes.
¿Cómo está influyendo en nuestra manera de expresar sentimientos?
La tristeza, la rabia, la ira, ya no forman parte de esta idea oscura preconcebida, de esta idea de no expresión. Yo he dejado de guardar, he decidido expresar, he abierto esta caja con cerradura que guardaba debajo de la cama, he respirado a través de ella.
El sentido de la cura, del cuidado personal y de nuestros seres querides, nos acerca cada día más, nos humaniza, nos devuelve a lo perdido, nos adentra a lo difícil, que es conocernos tal cual somos.
Hablo con mi abuela Tere, ella tiene noventa y dos años de edad, aprendió hacer vídeo llamadas, la extraño enormemente. Tere la dulce mujer que me enseño que los Reyes magos no existían y que dios era una forma de energía que estaba en todas partes.

7 de Abril de 2020

Me vino la regla, toda la entrepierna se manchó, herví mi copa menstrual, me di una ducha con agua muy caliente, fregué bien mis piernas, brazos, axilas,con la esponja de mar y le pusé mi jabón favorito que lleva el olor de las flores de lavanda y geranio.
Luego me puse aceite de argán con esencia de mirra, me di un buen masaje.
Por la tarde, he hecho una meditación de luna llena con un grupo precioso de mujeres, conocí a Graciela, habló de las polaridades, pensé en el otoño, y en la primavera europea, en como estas, se unen a pesar de ser tan distantes.
Ella, en Argentina, mi hermana, en California, Mamá, en Barcelona, yo, en Ibiza, Amaya, en Francia, Luna, en Brasil.
En la meditación, entré dentro de un árbol que era mi casa, fue extraño porque ví una corriente morada con purpurinas que me impedía traspasar la puerta. Yo misma me veía ansiosa, ¿Qué debía ser esa masa morada? Lo cierto es que después, al cabo de unos minutos entré, y pude describir mentalmente objectos, deseos, sueños.
Luego me quede totalmente dormida. Anestesiada.
Cuando me levanté, di la sangre de mi copa menstrual al jazmín.

9 de Abril de 2020

Hoy estuve bastantes horas con el ordenador, con el teléfono móvil, y con la televisión, estos rayos catódicos me causan migraña, las redes sociales me abruman, me tienen sobrexcitada, y parece que los pensamientos se solapan, uno encima de otro, y cuando no miras aparece otro, y otro, hasta que Pum! Se derrumban y la mente da un aviso, levántate, mira por la ventana, estírate, danza, canta, medita, habla, grita, escribe, date un baño, hazte una mascarilla, ponte aceite ayurvédico en el pelo y envuélvelo con una toalla, mira la agenda lunar, masturbarte, acábate el libro que dejaste a medias, sube al tejado a caminar en círculos, escucha las conversaciones de mar que tienen las gaviotas, estírate, cierra los ojos, ábrelos, ordena tu armario, limpia tu piso, cambia los muebles de lugar, cuida las plantas.




10 de Abril de 2020

Ya es tarde, casi anochece. Mamá siempre decía que sentía angustia a estas horas, cuando el sol se va, y el día y la noche se confunden. A mi también me sucede y esa sensación la siento entre las costillas, como un puño apretado.
No tengo ganas de pensar más, así que voy a pasear a mi gato. Le pongo la correa, roja y negra. Salimos hoy al bosque que hay detrás de mi piso, él me sigue y yo lo sigo a él, me siento tan bien tocando tierra!
Me dispongo a abrir todos los dedos de mi mano, los separo cuidadosamente y pongo las dos manos encima de ella, me empapo del olor húmedo que sale, quiero olerla más, así que estrujo un trozo de tierra con el pulgar y el dedo índice, luego aspiro. Me quitó los zapatos y caminó descalza, empiezo a cantar una canción que no se cuál es, me invento una melodía que se repite. Mi gato se lima las uñas en un pino, y sube disparado, camina entre las ramas queriendo cazar a un pájaro pequeño, después baja, corretea buscando lagartijas, hormigas, arañas, mariposas, saltamontes, chicharras, erizos.
Me fijo en las flores, en los colores que me rodean. Amarillos, morados y los rojos, ya empiezan a salir las primeras amapolas. Hay un pétalo morado que cayó, lo recojo con cuidado, palpo la suavidad y no es tan frágil como pensaba, lo paso por mi nariz, por mis mejillas, por mis labios, quiero notar su textura, sentirla en diferentes partes del cuerpo.


12 de Abril de 2020

La tormenta de Febrero de vientos huracanados dejo los árboles caídos, arrancados de raíz.
Cuento ocho, pero cada vez hay menos porque Toni, el marido de María, la propietaria, los va cortando, prepara la leña para el año que viene.
Me pregunto si esos golpes de aire violentos no fueron un aviso de lo que estaba por llegar. La naturaleza se regenera, igual este es su plan de desinfección.
Los padres de María son mayores, se llaman Arlet y Ignasi.
Me enamora ver como Ignasi sujeta a Arlet por el brazo, la lleva a dar una vuelta por su terreno que se extiende a lo largo de un campo rectangular, enfrente de mi balcón.
Arlet tiene alzheimer, hoy lleva una gorrita de paja beige, es pequeña, su cuerpo se ha encogido, pero ella sonríe aunque no habla mucho.
Ignasi trabaja la tierra, le pregunté desde el balcón que había plantado, fabes(alubias), uns tomàquets (tomates) y enciams (lechugas). Detrás de su huerto hay diez gallinas, y unos cuantos gallos.
Después está el algarrobo, en el lado derecho, al fondo, junto al bosque de pinos, es un árbol típico, con el que se hace chocolate, harina, dulces, sus frutos son alargados, tienen una textura rugosa y también se pueden comer crudos.
Ignasi, cada día, antes de comer, se da un paseo, mira las plantas, les da agua, arranca las hojas viejas, después se sienta en la sombra del algarrobo, descansa. Siempre se acerca un gato negro, se pasea entre sus piernas, juguetean un rato. Luego se levanta, da comida a las gallinas, les habla y recoge unos cuantos huevos en una cesta de mimbre.

14 de Abril de 2020

Se que prometí no volver a llamarte, lo hice, pero fue esta situación excepcional y una carta que me llegó tuya de Uruguay.
Se que prometí no volver a mirar mi buzón, bloquear tus llamadas, tus mensajes.
Porque fueron seis años y dos separados en los que nuestros cuerpos aún deseándose se escuchaban, y por eso de pasar página, intenté mantener una distancia, pero escuche tu voz y me contaste tantas cosas: como estaba tu abuela, como andaba tu hermana con su yoga y sus telas acrobáticas, cuantos asados hiciste, como te fué en Cabo Polonio Valizas, con que grupos bailaste, también hablamos de tus fracasos, de tus decepciones, de aquello que te hizo vulnerable este verano, ese negocio que arrancaste y no salió. Después me contaste que quizás este año no vengas a hacer temporada, y que de ser así no nos veremos. Sentí un dolor comprimiendo mi pecho, opresión, ahogo, pero bien pensado igual sea lo mejor, sigo extrañándote, te pienso, te percibo.
Espero que estés bien.

16 de Abril de 2020

Me obsesionan el tacto y los afectos. No puedo acostumbrarme a los guantes de látex ni a las máscaras. ¿Quién puede acostumbrarse a eso?.
Yo que me he quedado sola en este confinamiento, empiezo a extrañar enormemente las pieles, la peculiaridad de los olores corporales, la epidermis, la dermis y la Hipodermis.
Empiezo a extrañar no sólo esto, también la peculiaridad de las sonrisas, la expresión de las caras, el sonido de las voces, los reflejos internos de cada ser humano.
Me pregunto si mi piel se secara, si le saldrán grietas, no lo sé, quizás con suerte, si me sigo queriendo de esta manera, la primavera hará que de mis manos nazcan flores y crecerán verdes de plantas en mis dedos.
Esto se está convirtiendo en una rutina de palabras que subrayo lentamente para mantener la cordura de los días,

Desvestida, me visto, miro el reloj, las diez, muevo los muebles de sitio, ordeno la casa, limpio, arreglo las plantas, leo un libro, escribo y reescribo, me masturbo, me ducho con agua hirviendo, tomo el sol, hago un té verde Japonés, enciendo el ordenador, miro una película, lloro, te extraño, me ahogo. Salgo a tirar la basura, regreso, respiro, me siento, me levanto, cocino, después canto, bailo, medito, me estiro, me hago una mascarilla, froto mis ojos con agua fría, miro el reloj, las once, como lentejas rojas con curry, leo, escribo, me visto y me desvisto, duermo.



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